El martirio del secretario general de Hezbolá, Sayyed Hassan Nasralá, ha sido un hecho doloroso para la Resistencia libanesa, el Eje de la Resistencia en general y las personas de bien en todo el mundo que echarán de menos su carisma, su simpatía y todas sus cualidades. Esto se ha percibido en los actos en todo el mundo: desde las manifestaciones y declaraciones de los activistas de Europa y los responsables de los movimientos populares y los líderes del ALBA-TCP, en América Latina, hasta las protestas masivas y homenajes en su honor en países de Asia y África. El mundo asocia a Sayyed Nasralá con sus luchas contra las fuerzas opresoras.
El gran líder levantó el ánimo de cientos de millones de personas con sus poderosos discursos y carisma, dando dignidad a los oprimidos y esperanza y claridad allí donde los enemigos buscaban sembrar división y confusión.
La Resistencia, que se desarrolló bajo su liderazgo, no se verá afectada, sino que crecerá mientras las nuevas generaciones se verán iluminadas por su memoria, sus enseñanzas y su ejemplo. Y no solo en el Líbano sino en muchas otras naciones del mundo.
El asesinato de Sayyed Abbas al-Musawi, el ex secretario general del partido, en 1992 no puso fin a la resistencia, sino que más bien condujo a su ascenso y fortalecimiento bajo el liderazgo de Sayyed Nasralá. Hezbolá se convirtió en una fuerza formidable, desafiando los designios neocoloniales de EEUU y sus aliados, especialmente “Israel”. Todo apunta a que este proceso sucederá ahora de nuevo.
Sayyed Nasralá provenía de una familia de clase trabajadora originaria de Bazurieh, Tiro, siendo el mayor de 9 hermanos. Su padre era un vendedor de carros de fruta. Se inspiró mucho en la lucha de Sayyed Musa al-Sadr, el líder original del movimiento islámico revolucionario Amal, y tuvo el honor de estudiar bajo la tutela de Sayyed Baqir al-Sadr, viajando a Nayaf, Iraq, a los 16 años para realizar estudios islámicos avanzados. El líder martirizado de Hezbolá se formó en el seno del creciente movimiento islámico revolucionario, que culminó en la Revolución Islámica de 1979 en Irán, liderada por el Imam Jomeini.
En 1982, Sayyed Nasralá decidió unirse al movimiento de resistencia en el Líbano, que surgió después de la victoria de la revolución del Imam Jomeini en Irán y la invasión israelí de aquel año, que llevó al Ejército israelí hasta Beirut, donde llevó a cabo fuertes bombardeos. El objetivo de los israelíes era expulsar a los combatientes palestinos del Líbano. La incipiente resistencia comenzó entonces sus operaciones contra el Ejército israelí causándole un creciente número de bajas.
El martirio de Sayyed Abbas al Musawi, en 1992, cuando helicópteros militares israelíes dispararon contra su convoy, asesinándolo a él, a su esposa y a su pequeño hijo, allanó el camino para el ascenso de Sayyed Nasralá. En el funeral del ex líder de Hezbolá, Sayyed Nasralá reafirmó que el enemigo había tratado de “matar nuestro espíritu de resistencia y destruir nuestra voluntad de yihad”, pero la sangre de Sayyed Abbas “seguirá hirviendo en nuestras venas, fortaleciendo nuestra determinación de seguir adelante e intensificando nuestro entusiasmo por coontinuar el camino”. Esto desmintió los titulares israelíes que intentaron difundir una sensación de triunfo por el martirio de Sayyed Abbas.
Honrando el concepto de martirio en su máxima expresión, Sayyed Nasralá dijo en 1995 que “un movimiento cuyo líder es martirizado nunca será derrotado”, estableciendo las claras diferencias entre la pérdida de un líder y la pérdida del liderazgo, y honrando el camino del Islam revolucionario establecido por los líderes martirizados desde la época del Imam Hussein (P) hasta los tiempos contemporáneos: las pérdidas de Musa al-Sadr, Sayyed Baqr al-Sadr, Shaheed Beheshti y el Imam Jomeini.
La lucha contra la ocupación continuó. El Hezbolá dirigido por Sayyed Nasralá infligió sucesivas derrotas a la entidad sionista, luchando contra la ocupación israelí en los asedios de 1993 y 1996 al Líbano, y su esfuerzo se vio recompensada en 2000, cuando el Ejército israelí fue expulsado finalmente del Líbano y la Resistencia llegó a la frontera.
Esta victoria sobre “Israel” se repitió en la Guerra de Julio de 2006, cuando la entidad sionista atacó el Líbano con el apoyo de EEUU, cuya secretaria de Estado, Condoleeza Rice, dijo entonces que los bombardeos y crímenes de “Israel” eran los “dolores del parto” de un nuevo Oriente Medio. Sin embargo, las acciones de la Resistencia frustaron aquellos planes y dieron al Líbano una vez más una victoria sobre “Israel”.
Sayyed Nasralá unió al mundo árabe después de la victoria en la Guerra de Julio, demostrando que la brutal arrogancia del imperialismo podía ser superada con unidad y hermandad. Sayyed Nasralá se esforzó por mantener firmemente la unidad política en el Líbano, sobre la base del principio de soberanía contra la ocupación, y por fortalecer las alianzas regionales e internacionales sobre la base del principio de resistencia contra la ocupación estadounidense e israelí. La victoria de Hezbolá contra Israel en la guerra de 2006 convirtió a Nasralá en un héroe para millones de personas en toda la región y una espina en el costado de quienes buscaban imponer su hegemonía.
Sayyed Nasralá contribuyó también a hacer fracasar el complot estadounidense para destruir Siria por su papel de apoyo a la resistencia libanesa y palestina. A pesar de las pruebas y luchas que soportó Hezbolá en la guerra siria, salió victorioso y logró evitar el colapso de la nación árabe, planificado por Washington.
Su análisis de la opresión cruzó líneas religiosas y raciales. En 2017, criticó el confinamiento por parte de la administración estadounidense de niños migrantes centroamericanos en jaulas, una práctica que se llevó a cabo durante la administración de Donald Trump y que no cesó bajo la administración de Biden.
En el actual conflicto de la Inundación de Al-Aqsa, Sayyed Nasralá y sus compañeros decidieron crear el frente de apoyo a Gaza en la frontera del Líbano y este se ha mantenido hasta la actualidad. Aunque este conflicto tenía ciertos límites, tanto en la distancia geográfica como en las armas, se fue expandiendo en estos terrenos a medida de que “Israel” buscaba su ampliación para hacer olvidar su fracaso en Gaza. Él también enfrentó presiones de los países occidentales, que querían detener este frente de apoyo, que ha llevado a decenas de miles de colonos israelíes a abandonar una gran parte del territorio cercano a la frontera libanesa.
Aunque “Israel” ha sufrido varias derrotas a manos de Hezbolá, está claro que el régimen racista de ultraderecha, encabezado por fascistas extremistas, no ha aprendido la lección. El actual asalto militar del régimen colonial de asentamientos contra las localidades del sur del Líbano, de la Beqaa y del densamente poblado barrio residencial de Dahiyeh en Beirut ha tenido como resultado una horrible matanza de civiles.
Así como el Imam Hussein (P) preservó el Islam a través de su martirio en las llanuras desérticas de Kerbala, Sayyed Nasralá honró el martirio del Imam Hussein sacrificando su vida por la causa palestina y la preservación de Al-Quds, con una comunidad de seguidores detrás de él que se negaron a abandonar la causa palestina, sacrificando sus hogares y vidas en este camino. “Este bastardo, Israel, hijo del bastardo EEUU, me ha puesto entre ser asesinado o aceptar la humillación. Elegiré el martirio”, dijo en su inmortal discurso de agosto en conmemoración del martirio de su cercano camarada, Fuad Shukr.
Desde los masivos ataques aéreos del viernes, en los que se utilizaron al menos 15 bombas antibúnkeres de 2.500 libras suministradas por EEUU para asesinar a Nasralá, las operaciones de emergencia han luchado para rescatar a las personas atrapadas entre los escombros de todo el bloque de ocho edificios residenciales que albergan a varios cientos de familias civiles.
Como es bien sabido, la dependencia de “Israel” de las armas y municiones estadounidenses, incluido el pleno respaldo político y diplomático, es la principal razón de la impunidad que hace la que el régimen sionista actúe como una entidad genocida.
El enemigo no se dejará disuadir de cometer más masacres excepto mediante una resistencia efectiva. La gente no tiene más remedio que tener paciencia y hacer frente a una entidad llena de criminales y oportunistas que no conocen más que el fracaso.
A la edad de 64 años, Sayyed Nasralá alcanzó el martirio para preservar la causa de la nación islámica y Palestina y allanar el camino para el fin de la ocupación israelí. El eco de la voz de Sayyed Nasralá no se apagará, sino que resuena y resonará en la conciencia de todos los que luchan contra la injusticia y la ocupación. El espíritu de Sayyed Hassan Nasralá ha trascendido los límites del tiempo y el espacio y se ha fusionado con el tejido del universo, convirtiéndose en un símbolo inmortal de determinación inquebrantable.
El Líbano persistirá. La resistencia se mantendrá. El régimen israelí perecerá, y los compañeros del gran maestro, en el Líbano, la región y el mundo, ahora solo tienen un lema que levantar: Continuaremos.
Source: Sitio de Al Manar en Español