Con el agotamiento de las operaciones militares efectivas, incluidas las incursiones terrestres del enemigo, su liderazgo se enfrenta al desafío de formular una estrategia del conflicto, a fin de evitar hundirse en una larga guerra de desgaste que “Israel” y su debilitada economía no podrían soportar. En los últimos días, el ejército israelí ha sufrido en pocos días en el sur del Líbano decenas de muertes y centenares de heridos, un escenario mucho peor en proporción que el de su ocupación del sur del Líbano entre 1982 y 2000.
Los líderes y expertos del enemigo israelí no ocultan el hecho de que el actual escenario no solo no logrará ningún resultado positivo adicional, sino que también se convertirá en una fuente de presión sobre el estamento de toma de decisiones políticas y de seguridad y conducirá a una marcada división dentro de la opinión pública israelí.
Este desafío se ha cristalizado después de que quedó claro para el enemigo que no había logrado destruir las capacidades militares de Hezbolá, desmantelar su sistema de mando y control o debilitar su desempeño operativo. Los acontecimientos muestran que el partido ha logrado contener el choque, recuperar la iniciativa operativa militar y pasar a imponer equilibrios con respuestas que se extienden profundamente al interior de los territorios ocupados por “Israel”.
Tal vez un conjunto de variables esperables a nivel regional (la tensión entre Irán e “Israel” y sus consecuencias) e internacional (las elecciones presidenciales estadounidenses y sus resultados) contribuyan a retrasar la adaptación del enemigo a los hechos sobre el terreno en el sur del Líbano y a los ataques con misiles que recibe su frente interno, de modo que los caminos políticos y de terreno se diseñarán a la luz de esas dos variables.
Parece claro que el problema del enemigo es que sus ambiciones políticas y de seguridad son mucho más amplias de lo que impone la realidad sobre el terreno, a la luz de la firmeza continua de la resistencia, que tiene una amplia base social que no puede ignorarse en ningún arreglo político.
Históricamente, “Israel” ha tratado de convertir al Líbano en un estado satélite alentando a los círculos de oposición a la resistencia con la intención que el Líbano no sea un obstáculo a sus planes de hegemonía regional, y considera que cualquier autoridad política que no acepte sus demandas, no esté dispuesta a implementarlas y no trabaje para aislar a la resistencia y su base social es una amenaza para el régimen israelí. Hay que señalar, sin embargo, que Hezbolá no solo cuenta con el sólido apoyo de la comunidad chií del Líbano (que constituye más de un tercio del país) sino también de numerosos cristianos y musulmanes sunníes.
Sin embargo, las experiencias del conflicto con el enemigo han demostrado que este suele elevar al máximo el techo político y sus ambiciones y tratar de alcanzar el máximo posible de ellas, pero cuando ve que la firmeza de la resistencia le impide alcanzarlas y que esta última se refuerza y escala, se retira a sus límites mínimos. Este escenario se confirma por el hecho de que cuando cristalizó esos techos exagerados se apoyaba en una apuesta operativa que se suponía que iba a tener éxito, pero se vio sorprendido por su fracaso cuando Hezbolá volvió a bombardear su frente interno con salvas de misiles en una proporción mucho mayor que anteriormente y sus intentos militares resultaron infructuosos. Haifa y Tel Aviv ya han sido atacadas con misiles y drones y esta situación continuará e incluso se mantendrá.
En este sentido, Orna Mizrahi, investigadora del Instituto de Estudios de Seguridad Nacional de “Israel”, considera que “el partido ha logrado recuperarse después de los duros golpes que se dirigieron en particular a su dirección y a su generación fundadora; mientras, los combatientes siguen lanzando cientos de cohetes y misiles y docenas de drones contra objetivos militares y civiles en el frente interno israelí, y están ampliando continuamente el alcance de los bombardeos, desde el norte hasta Haifa, y en los últimos días, más allá de Haifa, hacia el centro”.
El resultado es que Netanyahu no solo no ha podido “traer de vuelta” a los colonos del norte, sino que el número de los desplazados se ha incrementado según Hezbolá ha ido atacando los asentamientos con una mayor intensidad y expandiendo los objetivos de sus ataques. Recientemente los colonos que quedaban en Kiryat Shmona han sido llamados a abandonar el asentamiento por parte de las autoridades locales para dirigirse a Tiberíades.
“Israel” tampoco ha podido cumplir su objetivo de “eliminar a Hamas” o mucho menos a Hezbolá. Después de un año entero de guerra, esto no ha sucedido, y está claro que continuar sus ataques no conducirá al resultado que busca. En un reciente discurso, el vicesecretario general de Hezbolá, Naim Qassem, ha señalado que no habrá negociaciones bajo el fuego y que el frente de Gaza no puede separarse del frente libanés.
Otro interrogante que se plantean los israelíes es que ocurrirá con las decenas de miles de combatientes extranjeros, principalmente de Iraq, Yemen y otros países, que han llegado a la región para unirse a los combatientes de Hezbolá. En el caso de que se produzca un flujo de combatientes extranjeros, la posición israelí quedaría mucho más expuesta al enfrentarse a una guerra sin fin contra un cantidad prácticamente inagotable de luchadores de la resistencia de numerosos países.
Mizrahi cree lo que se le exige a “Israel” en esta etapa, especialmente con el continuo “agotamiento” de las operaciones militares en el sur del Líbano, es “cristalizar una estrategia de salida”, para “no hundirse en una guerra larga y sin sentido en el norte”.