La masiva derrota de EEUU en la ONU en relación al tema de Al Quds (Jerusalén) -128 estados aprobaron el mantenimiento del actual estatus legal de la ciudad en contra de la decisión norteamericana de reconocer a la ciudad como capital de la entidad sionista- es una muestra clara de lo que el ministro alemán de Exteriores, Sigmar Gabriel ha llamado “el declive del dominio mundial de EEUU”. Esta decadencia norteamericana no es sólo una consecuencia de las políticas extremistas de Donald Trump en el mundo, en la región de Oriente Medio, y en su propio país, sino también de la aparición de otros polos mundiales, como el BRICS, que disfrutan de un crecimiento superior al de EEUU, como es el caso de China, que es ya la primera economía del planeta.
La virtud de Donald Trump es que, a diferencia de sus predecesores que adoptaban posturas más hipócritas, sus medidas son brutales, torpes e irreflexivas y esto crea situaciones que benefician a todos aquellos que luchan en el mundo contra el imperialismo y el hegemonismo estadounidense. Sus medidas con respecto a Irán, el cambio climático y ahora Palestina han despertado el rechazo de los países europeos, comenzando por Alemania, que habla ya abiertamente de buscar una política propia y de la defensa de sus propios intereses, algo inédito para un país que ha sufrido la ocupación estadounidense desde la derrota de la Segunda Guerra Mundial. Este choque se ha dado también en menor medida con el Reino Unido y Francia. Todo ello ha cristalizado en el voto favorable de estas potencias europeas a la mencionada resolución sobre Al Quds en la ONU.
De este modo, la UE no acompañará a EEUU en sus nuevas políticas y es de prever que algunos países, como Alemania, comprendan que es necesaria una nueva arquitectura de seguridad en Europa y el mundo, que pasa necesariamente por su integración efectiva en Eurasia mediante el desarrollo de la cooperación con Rusia y China, que, por su parte, están incrementando su cooperación bilateral con el fin de hacer frente a la nueva actitud agresiva norteamericana.
Trump ha destrozado la imagen, siempre dañada, de EEUU en el mundo islámico al insultar abiertamente los sentimientos de 1.500 millones de musulmanes con su decisión de reconocer a la ciudad palestina de Al Quds como capital del régimen ocupante israelí. De este modo, esta medida tendrá un efecto boomerang, que debilitará tanto a EEUU como a Israel e incrementará su aislamiento. Peor aún para ellos, la decisión ha logrado despertar al mundo árabe e islámico, fomentar su unidad y resucitar la causa palestina como la principal cuestión de importancia. Las protestas se han extendido por los países musulmanes y no van a durar dos o tres días, como Trump y sus acólitos sionistas esperaban, sino que están aquí para quedarse y crearán un estado de ánimo permanente.
La decisión de Trump ha creado además una tal atmósfera en el mundo árabe que imposibilita cualquier proceso de normalización de ningún estado con el régimen sionista so pena de aparecer ante la opinión pública de sus países, y de la población árabe y musulmana en general como auténticos traidores al arabismo y el Islam. Incluso países como Jordania y Egipto, que mantienen relaciones diplomáticas con Israel han quedado abrumados por los últimos acontecimientos, que han demostrado que sus tratados con el régimen sionista no valen nada y sólo han servido para beneficiar a Israel desde un punto de vista militar y de seguridad, sin que este esté dispuesto a variar en un ápice su política expansionista en la región.
Otro tanto hay que decir de Mahmud Abbas, que no ha recibido nada más que desprecio y un incremento de los ilegales asentamientos israelíes en Cisjordania y Jerusalén Este como fruto de sus política colaboracionistas con el régimen ocupante. La bofetada de EEUU en relación a Jerusalén ha sido tan sonora que es difícil que Abbas pueda continuar con la farsa del proceso de paz. Hoy en día el 70% de los palestinos exigen ya su dimisión.
La actitud de Trump muestra que la política de Irán y el Eje de Resistencia de oponerse al hegemonismo norteamericano e Israelí por todos los medios es la correcta. En este sentido, la política de Trump va a reforzar la resistencia en el mundo árabe y musulmán contra las políticas neocolonialistas de dominación que EEUU e Israel intentar imponer.
De este modo, la acción de Trump sobre Al Quds debilitará a sus aliados en la región y creará y un movimiento global de oposición, incluyendo en países que han sido serviles a EEUU hasta la fecha, como el es caso de Turquía, que ahora califica abiertamente a Israel de estado terrorista y donde grandes manifestaciones han condenado la actitud de EEUU acerca de Al Quds. Según el diario Financial Times, “hoy en día no sólo el odio contra EEUU se intensifica en los países árabes e islámicos sino que los gobernantes pro-estadounidenses, como el príncipe heredero saudí Mohammed bin Salman, están inquietos ante las últimas decisiones de EEUU”, que anulan acuerdos como los de Oslo y debilitan sus propias posiciones, como muestran las recientes manifestaciones en Gaza y Jordania, donde retratos de MBS y su padre, el rey Salman, fueron incendiados.
Como señala el analista árabe Abdel Bari Atwan, el resultado de las políticas de Trump es que Jordania y Marruecos se han retirado del llamado “eje moderado árabe” (es decir los estados vasallos de EEUU) y es poco sorprendente que Egipto sea el próximo en hacerlo, especialmente tras el anuncio de la ministra israelí de Bienestar Social de “crear una patria alternativa para los palestinos en el Sinaí”, atentando así contra la soberanía y la dignidad del pueblo egipcio.