Una de las consecuencias geopolíticas del triunfo del evangélico Jair Messias Bolsonaro es la creación de un eje hemisférico con el presbiteriano presidente estadounidense, Donald Trump, y con el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, lo cual reverberará con el alejamiento de Brasil con China y la probable salida de los BRICS y del Mercosur.
La democracia practicada en Occidente, en particular en Latinoamérica, debido a los magnos escándalos de corrupción, propenden más a votar en contra que a favor de un candidato. Esto ha sido notorio en los dos principales países de Latinoamérica, México y Brasil, en donde los votantes se volcaron por un severo castigo: en el primer caso contra la díada del PRI y el PAN, y en el segundo caso contra el PT.
No se puede soslayar la pertenencia de Bolsonaro al muy respetable credo evangélico (22% de la población) frente al 65% de católicos.
Más allá de su segundo bautizo en las aguas del río Jordán, hoy bajo ocupación israelí, en su aparición inmediata en la televisión después de su triunfo, empuñó las manos de su equipo de campaña para cerrar los ojos y rezar.
El rotativo El País, vinculado a los intereses del vilipendiado global George Soros, comenta que el credo evangélico “se ha vuelto electoralmente el más rentable que existe en Brasil”: hoy, además de un devoto presidente, ostentan 91 de los 513 escaños del Congreso. Entre 30 partidos atomizados en el Congreso, la cohesión parlamentaria de los evangélicos será determinante.
Los hombres y los evangélicos dieron el triunfo a Bolsonaro, mientras que las mujeres y los católicos se inclinaban por su contrincante, Fernando Haddad. José Wellington Bezerra, presidente de la Asamblea de Dios, afirmó que “Bolsonaro es el único candidato que habla el idioma evangélico”.
El obispo evangélico Edir Macedo, quien comanda la Iglesia Universal Del Reino de Dios, posee la cadena de televisión RecordTV que se ha vuelto la portavoz oficiosa de Bolsonaro.
El autor chileno Miguel Torres comenta “el peligro de las iglesias evangélicas en la política latinoamericana” a las que prácticamente equipara con el neoliberalismo, lo cual puede ser muy polémico y, a mi juicio, es mucho mas profundo cuando los lazos del evangélico Bolsonaro con Israel repiten el fenómeno de la Santa Alianza entre un sector y una secta de los fundamentalistas evangélicos de EU que se han aliado a los preceptos supremacistas y de Apartheid de Israel que enarbolan los llamados “cristianos sionistas”.
¿Qué podemos esperar de la política exterior brasileña tras la elección de Bolsonaro?
Se ha empezado a gestar el escenario que planteé anteriormente, sumado a la insólita mezcla del futuro gabinete de Bolsonaro, gran admirador de Trump, y su equipo militar con la presencia de su futuro superministro de economía Paulo Guedes: un devoto practicante del ‘pinochetismo neoliberal’, tanto por su conversión como ‘Chicago boy’ bajo los auspicios de Milton Friedman como por su estadía docente en Chile durante la dictadura militar de Pinochet.
Mientras subía en forma espectacular la bolsa de Sao Paulo, la mayor de Latinoamérica, y la divisa brasileña se revaluaba más del 11%, la BBC de Londres comentaba que Guedes “está llamado a ser el próximo hombre fuerte” del Gobierno y “tendrá a su cargo las carteras de Hacienda, Planificación, Industria y Comercio”, así como el ministerio que hoy está a cargo de las concesiones y privatizaciones.
La mezcla del ‘pinochetismo neoliberal’ con el proteccionismo trumpiano de Bolsonaro, con el común denominador del hipermilitarismo, conlleva matices: se trata de un microneoliberalismo doméstico combinado a un macroproteccionismo externo.
Por lo pronto, Guedes arremetió contra el Mercosur al que considera “muy restrictivo”. A mi juicio, no está lejano el día en que por solidaridad con Trump, también devoto presbiteriano evangélico, rompa con los BRICS para adherirse a los esquemas comerciales del trumpismo militarizado como la deslactosada Alianza del Pacífico de México, Colombia, Perú y Chile.
En una entrevista al periódico fascista Israel Hayom —propiedad del talmúdico dueño de casinos Sheldon Adelson, gran aliado de Trump y financiero del Partido Republicano en EEUU y el Partido Likud de Netanyahu—, Bolsonaro sentenció que “Israel tiene derecho soberano a decidir cual es su capital” y confirmó el traslado de la embajada brasileña de Tel Aviv a Jerusalén, siguiendo los pasos de Trump y Guatemala, además que prometió su “apoyo a Israel en los foros internacionales”.
El polémico juez Sergio Moro —formado en Harvard, responsable de la operación anticorrupción Lava Jato y quien encarceló a Lula—, aceptó la designación del super-Ministerio de Justicia y Seguridad Pública de Bolsonaro,
Moro, calificado de “héroe del antipetismo”, llegó a publicar documentos bajo secreto judicial y hoy tendrá “competencias añadidas”. De acuerdo a su perfil combativo, el juez anunció que implementará “una fuerte agenda anticorrupción y anticrimen”. Moro se desdice de sus anteriores declaraciones cuando se negaba a participar en la política. Los partidarios del encarcelado Lula definen el nombramiento de Moro como el cierre del círculo de un “golpe judicial, legislativo y militar” en contra del PT.
A juicio de algunos analistas, el encarcelamiento de Lula y la defenestración de la expresidenta Dilma Rousseff enmarcan el gran poder que adquirió el Poder Judicial cuando fiscales y magistrados con la mano en la cintura han detenido a centenas de ministros, gobernadores, diputados y senadores con el pretexto del combate a la epidémica corrupción cuando el mismo presidente saliente, Michel Temer, fue denunciado por corrupción ante la Fiscalía General.
El rotativo británico Financial Times sentencia que “Jair Bolsonaro se dispone a trastocar en forma dramática la política exterior de Brasil” y que “busca imitar la mayor parte de la agenda de su “gran aliado Donald Trump”.
Bolsonaro no oculta que Trump es su “ejemplo” y que imitaría “la mayor parte de su agenda nacionalista”.
Mas allá del apretón de tuercas esperado al Gobierno de Maduro en Venezuela —en conjunción con Trump y el presidente colombiano Duque y los últimos 30 días que le quedan al canciller mexicano pro-Trump, Luis Videgaray— y del traslado de la embajada de Tel Aviv a Jerusalén, se espera su retiro, en imitación de Trump, tanto del Consejo de los Derechos Humanos de la ONU como del Acuerdo sobre el Cambio Climático de Paris.
Según el Financial Times, tal “aislacionismo” de ‘Brasil primero’, combinado con “la admiración de Bolsonaro a Trump es un contraste severo a la política exterior tradicional de Brasil que ha buscado crear un mundo multipolar en alianza con otras mayores economías emergentes, frecuentemente en oposición a EEUU”.
Financial Times adelanta que Bolsonaro tomará partido por Trump en el contencioso de Venezuela “quizá para defender la aplicación de sanciones económicas contra el Gobierno de Maduro”.
Nada menos que Luiz Philippe de Orléans y Braganza —descendiente del emperador Dom Pedro, anterior monarca de Brasil—, quien es fuerte candidato a ocupar la legendaria cancillería de Itamaraty, esbozó la ruta futura de la política exterior de Bolsonaro: “Brasil está abierta a los negocios, pero cerrada a ser influida. Tenemos que cerrar la influencia de las Naciones Unidas, China y grandes bloques negociadores como la Unión Europea que tienen agendas para Brasil”.
Trump, cabeza militar de Norteamérica, y Bolsonaro, nueva cabeza militar de Sudamérica —sumados a la adhesión del argentino Macri, del chileno Piñera y del colombiano Duque, sin contar el júbilo de la extrema derecha fascista en México que empieza a mover sus fichas para regresar al poder— trastocarán en forma dramática la geopolítica del neomonroismo militarizado en todo el continente americano.
Source: Sputnik