Los colonos israelíes parecen haber entendido el mensaje del secretario general de Hezbolá, Sayyed Hassan Nasralá, y no han caído en la trampa electoral de Netanyahu, que llevó un ataque contra el Suburbio del Sur de Beirut y otros contra Siria e Iraq con el fin de conseguir réditos electorales.
En este sentido, Netanyahu, y no solo él, ha buscado, como es habitual en las campañas electorales israelíes, conseguir ganancias a costa de la sangre de los pueblos árabes y musulmanes de Oriente Medio. Lo que es nuevo es que también buscó derramar la sangre judía, sabedor que sus provocaciones no iban a quedar sin respuesta.
El resultado de esta estrategia ha sido más que decepcionante para Netanyahu. Los últimos resultados muestran un retroceso de su partido, el Likud, que ha quedado empatado con la opositora Alianza Azul y Blanca. Hoy por hoy, no se sabe si podrá seguir siendo primer ministro y, aún si lo logra, su actuación quedará muy limitada por su fracaso electoral, ya que no podrá obrar sin el consentimiento no solo de la principal coalición opositora, sino de toda la constelación de partidos representados, que promueven diferentes agendas e intereses.
En este sentido, los Kornets de Hezbolá que impactaron contra un vehículo blindado israelí, los daños causados a otro por un dron de Hamas y la huida de Netanyahu de un mitin electoral tras el lanzamiento de dos misiles de la resistencia palestina le han pasado factura.
Según el analista del diario israelí Haaretz, Anshel Pfeffer, “la promesa de Netanyahu de implementar un plan estratégico para la anexión de la Cisjordania ocupada que buscaba seducir a su electorado de derecha no ha sido realmente del gusto de todos. Netanyahu ha empujado a Israel a estar oficialmente en guerra contra el eje de la Resistencia, que incluye a los países más poderosos de la región (Líbano, Siria, Iraq, Irán). La victoria contra este eje es una apuesta perdida de antemano, lo cual es algo que el futuro gobierno israelí no podrá ignorar”.
Source: Al Manar