Las élites occidentales aún no han asimilado completamente el hecho de que sus planes para Siria se han derrumbado, militar y geopolíticamente, y probablemente esperan jugar la carta económica y la relacionada con el regreso de los refugiados para presionar al país árabe. Pero esto solo les llevará a otro probable fracaso.
Presumiblemente, las lecciones del mundo contemporáneo aún no han sido aprendidas por el establishment político occidental, que permanece anclado en un pensamiento unipolar. En el caso de Siria, aun reconociendo la victoria del presidente Bashar al Assad y sus aliados sobre el terreno, ellos esperan que Damasco, al igual que Moscú y Teherán, acepte ciertas condiciones occidentales. Probablemente se equivocan.
Evidentemente, Siria debe reconstruirse después de la guerra de varios años librada contra el terrorismo internacional y sus patrocinadores externos. De hecho, hoy es el momento de debatir y prepararse para poner en marcha lo antes posible las medidas necesarias para que el país y sus ciudadanos vuelvan a la vida normal. Y eso implica inevitablemente la reconstrucción completa de la infraestructura y el regreso de los refugiados sirios. Aunque en relación a este último punto, sería correcto recordar que muchos refugiados que huyeron de la guerra ya han regresado, o continúan haciéndolo. Al hacerlo, echan por tierra una tesis propagada durante mucho tiempo por la élite política y mediática occidental: que los sirios huyeron no solo de los terroristas del Daesh y otros grupos similares, sino también del gobierno de Bashar al Assad.
Pero para lograr estos objetivos, ¿Damasco realmente necesita la participación occidental? Hay que partir del hecho de el presidente sirio ha declarado en repetidas ocasiones que se opone a cualquier participación en el proceso de reconstrucción de los estados que han apoyado la agresión terrorista contra su país. Esto supone una clara alusión a los países occidentales y algunos otros. Y esto también indica que los países aliados de la República Árabe Siria serán privilegiados en dicho proceso.
Además de Moscú y Teherán, Damasco también podrá contar con Pekín – que ha prestado un apoyo activo a nivel político y diplomático a Siria, incluyendo en un tándem junto a Rusia en el Consejo de Seguridad de la ONU. Y cuando decimos China, obviamente nos referimos a la que pronto será la principal potencia económica del mundo. El país es ya la principal potencia económica del mundo en términos de PIB por paridad de poder adquisitivo (PPA). Y los contactos entre altos funcionarios sirios y chinos han sido regulares en los últimos años. Varios países árabes también están mostrando interés, aunque su verdadera disposición aún está por confirmar.
Volvamos ahora a los errores occidentales, en particular a esta convicción de las élites de que sin su participación no se puede hacer nada, o muy poco. La guerra en Siria ha demostrado que militarmente no son tanto los presupuestos militares lo que importa, sino la determinación de erradicar el semillero terrorista. Todo ello combinado con armamentos y equipos eficientes, personal cualificado y cierta capacidad analítica, que incluye la capacidad de utilizar el arte de la diplomacia militar cuando sea necesario o más adecuado.
Pero más allá del arte militar y político-diplomático, la economía ciertamente ya no es un instrumento de dominación occidental. Hay que partir del hecho de que de las diez principales potencias económicas mundiales de hoy en términos de PIB-PPA, solo cuatro son países occidentales, es decir, menos de la mitad. Esto implica una cosa simple: en el mundo multipolar, y a condición de quererlo, siempre es posible encontrar una alternativa.
Basta tomar el ejemplo de Irán. Se suponía que las sanciones de EEUU contra la República Islámica iban a acabar con la economía iraní. Este era el objetivo y el gobierno de EEUU lo declaraba abiertamente. Al final, no solo se mantuvo la resistencia de Irán, sino que las perspectivas de cooperación económica entre Teherán y Pekín dejaron sin palabras a muchos observadores occidentales. Es decir, cientos de miles de millones de dólares en inversiones chinas, todo durante un período de un cuarto de siglo.
En general, el marco multipolar refuerza la idea de que es posible resolver los principales problemas internacionales con la participación exclusiva de potencias no occidentales. El reciente caso de Nagorno-Karabaj es una confirmación más de esto. Quizás ello era inimaginable en 1995 o 2000, pero es una realidad hoy. En lugar de estigmatizar a los oponentes geopolíticos y hablar del supuesto excepcionalismo occidental, sería mucho mejor que los países occidentales se adapten constructivamente a la nueva realidad global.
Source: Observateur Continental