El viernes 20 de noviembre, el estado venezolano anunció a través de la voz de su presidente que había inaugurado una línea de producción de drones iraníes Mohajer-6, marcando lo que los expertos denominan un “boom de la cooperación militar” de ambos lados. De hecho, desde mayo de 2020, cuando se enviaron los primeros petroleros iraníes a Venezuela, una acción que abrió de par en par un corredor de tránsito energético que une el Golfo Pérsico con el Caribe, esta cooperación militar era esperada, especialmente dado que la campaña estadounidense de “máxima presión” contra Irán ha sido un fracaso total.
Los cuatro años de Trump han acelerado también el ascenso de China y su desarrollo en el terreno de la defensa. De hecho, 4 años después de la retirada de Trump del Tratado de Libre Comercio Transpacífico (TPP), China acaba de reemplazarlo con el tratado de la Asociación Económica Integral Regional (CREP), un acuerdo en el que incluso los aliados asiáticos más cercanos de Washington participan. El 23 de enero de 2017, cuando Trump ordenó la retirada de EEUU de los Tratados de Libre Comercio Transpacífico (TPP) puede decirse que no creía haber servido a los intereses de Pekín.
El TPP, del que eran miembros doce países de América del Norte y del Sur, Asia Oriental y Oceanía, permitía a EEUU imponer su hegemonía económica sin enfrentarse directamente al gigantesco proyecto de la “Nueva Ruta de la Seda” chino.
La retirada de la administración Trump llevó a China a tomar la iniciativa de firmar un acuerdo de asociación cuatro años después con los 15 países del Sudeste Asiático, Japón, Corea del Sur, Nueva Zelanda y Australia, y así crear “un bloque comparable en tamaño al mercado europeo o al espacio norteamericano”. Las políticas de Trump en el Pacífico han resultado en el aislamiento de EEUU y la influyente presencia china en la región del Pacífico Occidental. Con este pacto, dos aliados de EEUU, Australia y Japón, estrechan sus relaciones económicas con China y esto debería tener como consecuencia su alejamiento de los esfuerzos estadounidenses para aislar y contener a Pekín.
Como consecuencia de las provocaciones militares de EEUU en el período de Trump, en especial las ventas de armas a la isla de Taiwán y sus intrusiones en aguas del Mar de la China Meridional, China ha desarrollado también su armamento y sus misiles y dispone ya de armas capaces de destruir los portaaviones estadounidenses en el caso de que estos se acerquen a sus costas con intenciones hostiles.
Según el sitio web de Business Insider, el Ejército Popular de Liberación de China disparó con éxito a mediados de noviembre un misil Dongfeng-26 y otro misil Dongfeng-21 en un área situada entre la provincia sureña de la isla de Hainan y las Islas Paracelso en el Mar de China Meridional, un área en disputa. El misil Dongfeng-26, con un alcance de 4.000 kilómetros, es capaz de transportar ojivas convencionales o nucleares para atacar objetivos terrestres o marítimos enemigos. El Dongfeng-21 tiene un alcance de 1.800 kilómetros y es considerado el primer misil balístico antibuque del mundo.
Irán, por su parte, ha sabido desarrollar sus relaciones en Oriente Medio y ha consolidado sus alianzas con los países y movimientos de resistencia en la región y ha desarrollado sus relaciones con Rusia y China, que se han traducido en un baluarte contra las sanciones estadounidenses en el Consejo de Seguridad y en una acción conjunta en diversos conflictos regionales. China también considera a Irán una pieza fundamental en su proyecto de la Nueva Ruta de la Seda.
Irán también ha desarrollado sus relaciones con varios países de América Latina, como Venezuela, Bolivia y Cuba, que han estado también sometidos a las presiones y sanciones de la administración Trump. En este sentido, la cooperación entre Irán y Venezuela en el terreno militar no tiene parangón ya que incluye a dos países de dos regiones distintas que buscan crear una amplia autonomía en el terreno de la defensa y unen sus esfuerzos con este objetivo.
El Mohajer-6 cumple este objetivo en buena parte. Se trata un dron de combate y reconocimiento con un alcance de 2.000 km y que capaz de realizar operaciones de reconocimiento, inspección y combate, en un vasto radio de operaciones y durante mucho tiempo. The National Interest ve este dron como un preludio de la fabricación por parte de Venezuela de misiles balísticos tierra-tierra y de misiles de crucero.
Irán dio a conocer el jueves 20 de agosto dos de sus misiles más poderosos, “Hajj Qassem Soleimani” y “Abu Mahdi Mohandes”. El misil tierra-tierra “Hajj Qassem”tiene un alcance de 1.400 km y el misil de crucero “Abu Mahdi” tiene un alcance de más de 1.000 Km. El primero es un misil balístico de combustible sólido con un lanzamiento oblicuo y su velocidad en el momento del impacto es Mach 5. Con tal velocidad el misil “Hajj Qassem” es capaz de penetrar cualquier sistema antimisiles enemigo (como el Patriot y el THAAD). Es arma que, a la vista de las diversas ojivas explosivas que puede transportar, es capaz de destruir fortificaciones de hormigón o de penetrar, como armamento anti-búnker, objetivos situados en profundidad. Al ritmo de los acontecimientos, estos misiles podrían ser producidos un día en Venezuela y habría más de un estado que quisiera adquirirlos.
Si este concepto de desarrollar una industria de armamento nacional eficaz gana terreno en América del Sur esto podría salvaguardar en gran medida la independencia y soberanía de estos países que han sido considerados hasta la fecha como el patio trasero de EEUU.
Source: Al Manar