Según el semanario estadounidense The New Yorker, el asesinato del eminente científico iraní Mohsen Fakhrizadeh no afectará el desarrollo del programa nuclear iraní, dado que “Irán ha dominado esta tecnología durante 20 años, y no no hay una sola persona que juegue un papel decisivo en ella”.
“Irán dominó esta tecnología hace 20 años, y no hay una sola persona que haya jugado un papel decisivo en ella desde entonces”, escribió The New Yorker.
La revista informa al respecto de la opinión de Daryl Kimball, director ejecutivo de Arms Control Group:
“Cualquiera que fuera el papel que desempeñara Fakhrizadeh en el desarrollo del programa nuclear de Irán, su asesinato no dejará un impacto tangible en la capacidad de Irán de acumular más uranio enriquecido.”
El experto libanés y profesor de ciencias políticas Ali Fadlalá informó que tras el asesinato del científico nuclear Mostafa Rochen en 2012, unos 5.000 jóvenes iraníes fueron reclutados para el sector nuclear, en un gesto que ilustra su compromiso con el programa nuclear civil de su país.
Anticipando que los científicos nucleares serían ciertamente objeto de intentos de eliminación, como sucedió con los científicos iraquíes y egipcios, la República Islámica ha optado por una política de reclutamiento a gran escala en este sector que es exclusivamente civil, según las garantías dadas por los funcionarios iraníes.
El viernes 28 de noviembre, el eminente científico físico y nuclear Mohsen Fakhrizadeh cayó mártir en un ataque terrorista “complejo, controlado a distancia y sin la presencia de ejecutores en el lugar”, en la región de Damawand, a 25 km de Teherán.
Los funcionarios iraníes acusaron a la entidad sionista de planearlo y sospechan que fue ejecutado en concierto con agentes internos de Mojahedin Jalk, una organización terrorista iraní exiliada y vinculada con innumerables asesinatos y atentados terroristas con bomba en el país.
Según la revista estadounidense, la respuesta iraní al asesinato del mártir Fakhrizadeh es “inevitable”, especialmente porque “la estrategia de Trump de imponer sanciones ha fracasado”.
Source: The New Yorker