En las últimas semanas se ha producido una escalada significativa en la crisis entre EEUU y Arabia Saudí. Washington ha estado sopesando opciones, como asignar algunas de las tareas encomendadas al Reino a otros países de la región que estén dispuestos a llevarlas a cabo, según dos líderes del Congreso. Lograr lo anterior supondrá salir de la alianza con Riad, con todo lo que esto traerá al “huérfano” saudí, tras décadas de dominio del país por parte de los estadounidenses. Esto provocaría, sin duda, un cambio importante en la situación en Oriente Medio.
¿Qué significa para el reino y el mundo la perspectiva de una ruptura de la alianza entre EEUU y Arabia Saudí? El encontrar respuestas a este interrogante se ha vuelto urgente, a la luz de los frecuentes problemas que aquejan las relaciones de los dos países. Lo cierto es que EEUU empezó hace años a pensar a largo plazo para cambiar la posición de Arabia Saudí en su estrategia en Oriente Medio. Sin embargo, hay quienes dudan de su capacidad para lograr tal objetivo y el posible marco temporal para ello, especialmente porque cualquier paso de este tipo requiere limitar el papel petrolero del Reino en el mundo mediante la búsqueda de fuentes alternativas de petróleo y gas. Sin embargo, los funcionarios estadounidenses no ocultan que Arabia Saudí se ha convertido a menudo en un obstáculo para los intereses de su país. Pero lo que más les enfada es que actualmente el régimen saudí está utilizando el peso global que ha acumulado durante el período de relaciones mutuas con EEUU en contra de los estadounidenses y su injerencia en la política interna norteamericana.
Lo que EEUU quiere es aligerar la carga que supone el proteger al régimen saudí y su papel en la desestabilización de Oriente Medio, ajustando las relaciones en función de sus intereses. Ha estado buscando fórmulas para hacerlo de común acuerdo, aunque para el régimen saudí, esto significa que EEUU busca dejarlo tirado. En este contexto, el régimen saudí es obstinado y no encuentra ante sí más que el arma petrolera para obligar a los estadounidenses a permanecer en la alianza u obligarlos a ir más allá de una mera revisión de relaciones y empujarlos hacia una aceleración del desmantelamiento de la alianza. Imaginemos que el régimen saudí se convierte en un paria estadounidense. ¿Tendrá las capacidades para sobrevivir?
Lo primero que viene a la mente cuando se piensa en tal posibilidad es el régimen de Saddam Hussein, que fue utilizado por EEUU, que primero lo apoyó y posteriormente lo sancionó y atacó, lo que llevó al derrocamiento y ejecución del dictador iraquí. Los funcionarios estadounidenses no ocultan que Arabia Saudí se ha convertido a menudo en un obstáculo para los intereses de su país. Lo que discuten muchos responsables estadounidenses, especialmente algunos líderes y miembros de comités importantes en el Congreso, ahora gira en torno al futuro de las relaciones, con la advertencia de un miembro del Comité de Relaciones Exteriores del Senado estadounidense, el demócrata Chris Murphy, quien dijo que “hay países en la región que están listos para asumir algunas de las responsabilidades de Arabia Saudí”.
En realidad, las relaciones entre los dos países llevan años en una curva descendente, y la administración de Donald Trump no logró cambiar esta tendencia, a pesar de los muchos servicios que brindó al reino, específicamente a su gobernante de facto, el príncipe heredero Mohammed bin Salman. Tal escenario, si se dan las condiciones adecuadas, tendrá enormes efectos en la situación en Oriente Medio, donde el reino se convertirá, en ausencia del apoyo estadounidense, en un estado débil e incapaz de ejercer la influencia política que disfruta hoy.
Desde el colapso de la Unión Soviética, el mundo ha estado desprovisto de enemigos ideológicos que puedan representar una amenaza existencial para EEUU, y el enfrentamiento con otros países se ha limitado a los intereses en disputa. Esto se aplica a China y Rusia. Por lo tanto, Washington parece dispuesto a cambiar sus alianzas de un país a otro únicamente en función de sus intereses, incluso con aquellos que se consideran enemigos en un sentido ideológico, como Irán y Venezuela. Irán no daña los intereses de EEUU, excepto la amenaza que representa para “Israel”. Lo mismo cabe decir de Venezuela. Un posible acuerdo sobre el tema nuclear con Irán o el deshielo de las relaciones con Venezuela tendrían el efecto de reducir la importancia del petróleo saudí.
Ante este panorama, lo ocurrido entre Washington y Riad en cuanto al recrudecimientos de diferencias en las últimas semanas se convirtió en el curso natural de los acontecimientos, que muestran una gran tensión que puede deberse en parte a la presencia de Bin Salman en el timón del poder en el reino, pero sus causas reales radican en la inestabilidad de las relaciones en sí. Por ejemplo, el sitio web estadounidense The Intercept citó a fuentes saudíes, que se negaron a revelar su identidad por temor a la venganza de Bin Salman y que hablaron sobre el impulso saudí para reducir la producción de petróleo en la última reunión de OPEP+ en dos millones barriles por día, lo cual sorprendió incluso al propio presidente ruso, Vladimir Putin, cuyo deseo era llegar a un recorte de un millón de barriles. Esto se suma al anuncio oficial de EEUU de que Riad forzó a los países que se oponían al recorte a votar a su favor, y luego los obligó a emitir declaraciones confirmando su apoyo al Reino para decir que la decisión fue tomada por unanimidad por los miembros de la alianza petrolera.
Aunque Arabia Saudí niega lo que se le atribuye en cuanto a los motivos del recorte de producción, es claro que se prepara para una larga batalla con EEUU. Los medios saudíes y las cuentas electrónicas afiliadas al sistema vuelven a esgrimir alternativas, mencionando el comunicado conjunto saudí-chino emitido hace unos días sobre la cooperación entre ambos países y la posible cooperación saudí en el establecimiento y fortalecimiento del petroyuan. También comparan lo que está haciendo Bin Salman, y lo que atribuyen a su abuelo, Abdulaziz Al Saud, para preservar la “independencia del reino” y el embargo petrolero impuesto por su tío, el rey Faisal, en la guerra de Octubre de 1973, aunque los dos últimos eran aliados obedientes de los estadounidenses.
La larga historia de comportamiento saudí en la OPEP revela que el Reino siempre ha usado su influencia dentro de la organización para imponer decisiones políticas, incluso contra EEUU y Occidente. Estos objetivos siempre fueron diseñados para servir al régimen saudí. Desde 1973, los saudíes se han dado cuenta de que los precios del combustible en EEUU son un tema político delicado. Bandar bin Sultan, quien fue embajador en Washington durante 23 años y uno de los pocos aliados de Bin Salman dentro de la familia gobernante, dijo en 2004 que las decisiones petroleras de Arabia Saudí pueden llevar a un candidato presidencial de EEUU al poder y echar otro, lo que confirma la importancia estratégica del reino.
En la mayoría de los casos, Riad respondió a las solicitudes de la administración estadounidense durante los períodos electorales. Lo que está sucediendo ahora es lo contrario, ya que la decisión del príncipe heredero de recortar significativamente la producción representa una interferencia directa en las elecciones de medio término de EEUU, que se llevarán a cabo el próximo mes, y busca dañar a la administración Biden en favor de los candidatos republicanos. La relación entre Bin Laden y Biden nunca ha sido fácil desde que este condenó el asesinato de Yamal Khashoggi por agentes de Bin Salman en el consulado saudí en Estambul y prometió convertir a Arabia Saudí en un estado paria. Por su parte, según el Wall Street Journal, Bin Salman ha ridiculizado en privado a Biden por sus errores y cuestionado su inteligencia.
Source: Al Akhbar