El Santo Profeta Muhammad (Que la Paz y las Bendiciones sean sobre él y su familia) pasó la mayor parte de su vida en su ciudad natal, La Meca. Siempre trató a las personas con amabilidad y cariño y nunca lastimó a nadie.
Muhammad (PB), aunque apreciado y respetado por los mecanos por su sabiduría y virtudes, como la sinceridad y el ser digno de confianza, prefería la soledad y se mantenía alejado de la sociedad politeísta. Disgustado con la corrupción que lo rodeaba, solía retirarse a la Cueva de Hira, en una montaña a pocos kilómetros de La Meca, meditando en la Majestad de Dios y adorándolo.
Inicialmente, solía permanecer en la cueva durante uno o dos días y, a veces incluso 10 noches o más, pero en los años siguientes pasó un mes entero en esa cueva rezando a Dios y suplicando la guía para las personas desviadas.
Finalmente amaneció el día que cambiaría la historia del mundo. Cuando alcanzó la edad de 40 años y estaba absorto como de costumbre en orar a Dios en su retiro de la Cueva Hira, de repente ese heraldo de las Divinas nuevas, el Arcángel Gabriel, apareció con los primeros versos del Sagrado Corán:
“Recita en el nombre de tu Señor, el Cual ha creado. Ha creado al ser humano a partir de algo que está suspendido. Recita. Tu Señor es el Más Generoso. Él es Quien ha enseñado por medio de la escritura. Ha enseñado al ser humano lo que éste no conocía”. (Sagrado Corán, 96:1-5)
Con estos versos, Gabriel le anunció a Muhammad (PB) que Dios Todopoderoso lo había elegido formalmente para ser Su último Mensajero para la humanidad.
El corazón de Muhammad (PB) se llenó de alegría y agradeció a Dios Todopoderoso por otorgarle este gran honor. Se apresuró a su casa para contarle a su esposa Jadija sobre su nombramiento como Profeta.
Jadija al escuchar el evento inmediatamente creyó en la Profecía de su esposo y también lo hizo su joven primo Ali (P).
En consecuencia, Ali y Jadija se convirtieron en el primer hombre y mujer musulmanes, respectivamente. Así se produjo el comienzo de una misión divina que estaba destinada no solo a limpiar la Península Arábiga de la desviación del politeísmo, sino que su resplandor eventualmente disiparía la oscuridad de todo el mundo.
El Profeta (PB) aconsejó a la gente que se abstuviera de la adoración de ídolos y otras malas acciones, y que adoraran solo a Dios, el Creador y Señor de los cielos y la tierra. También les advirtió del Día del Juicio, cuando cada uno tendrá que dar cuenta de sus buenas y malas obras en este mundo, y será recompensado o castigado por ellas.
En aquellos días, las tribus árabes se peleaban entre sí por asuntos muy ordinarios y libraron guerras durante muchos, muchos años. El Santo Profeta (PB) les aconsejó evitar disputas y enemistades y vivir como hermanos.
El Santo Profeta del Islam también explicó a la gente que Dios Todopoderoso no da ninguna importancia al color o la riqueza de los seres humanos, sino que ama a aquellos que tienen una fe sincera en Él y que poseen conocimiento y piedad. También dijo que Dios otorga un rango más alto a aquellos que se esfuerzan por seguir el camino correcto y sirven a la humanidad lo mejor que pueden.
El anuncio formal de Muhammad (PB) de su Profecía tuvo una reacción mixta en la sociedad de La Meca. Mientras las clases oprimidas se apresuraban hacia el llamamiento del Islam, felices de que el día de la liberación finalmente había llegado, la oligarquía de La Meca y aquellos que sentían un peligro para sus intereses creados y su hegemonía se unieron para ridiculizar al Profeta, en su intento desesperado por cortar de raíz la revelación final a la raza humana.
Sin dejarse intimidar por los arrogantes intentos de los jefes de la Yahiliyah (Era de la Ignorancia), Muhammad (PB) continuó propagando la gran misión divina que le había sido encomendada, y los siguientes 23 años de su vida vieron el desarrollo gradual del gran evento milagroso: la revelación del Sagrado Corán, las propias palabras de Dios.
La religión revelada a través del Santo Profeta se llama “Islam”. La palabra “Islam” significa sumisión a la Voluntad de Dios y el rechazo a la adoración a los ídolos, que no son solo estatuas de piedra sino toda aquella persona, idea o cosa distinta que reemplaza a Dios en el corazón del ser humano.
Source: Diversas