Los votantes elegirán el próximo 28 de Mayo en una segunda vuelta entre el actual presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, que busca la reelección, y el principal candidato de la oposición, Kemal Kilicdaroglu.
En principio, y contrariamente a lo establecido por las encuestas, Erdogan quedó en primer lugar con el 49,42% de los votos, a escasa distancia de la mayoría absoluta, frente a Kilicdaroglu, que aparecía como favorito en la mayoría de las encuestas, pero finalmente obtuvo el 44,95% de los votos.
En las elecciones legislativas, el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), liderado por Erdogan, obtuvo 295 escaños de 600 y su aliado, el Partido del Movimiento Nacionalista (MHP) 49. Ambos forman la Alianza Popular. Por su parte, el Partido Popular Republicano (CHP), liderado por Kilicdaroglu, que es la principal fuerza de la oposición, obtuvo 146 y su aliado el Partido del Bien (IYI) consiguió 43. Los dos forman la Alianza Nacional. La Alianza Popular dispondrá así de una holgada mayoría absoluta en el Parlamento.
Aunque ambos candidatos deberán hacer frente a una segunda vuelta en las elecciones presidenciales, son pocos los que dudan ahora de que Erdogan vaya a obtener una victoria dados los resultados de la primera vuelta y los de las elecciones legislativas. Parece que Erdogan ha logrado movilizar a su base social islámica y conservadora y esto le ha garantizado una victoria que probablemente se repetirá en una mayor escala el 28 de mayo.
Estas elecciones representan una prueba seria para Erdogan, quien ha enfrentado muchas críticas por la crisis monetaria y de deuda que se desarrolló durante su gobierno y su lenta respuesta al devastador terremoto del 6 de febrero que se cobró la vida de más de 50.000 personas. Él tuvo además que hacer frente, por vez primera, a un candidato unido de la oposición, que ha estado tradicionalmente fragmentada.
Un hecho que ha ayudado a Erdogan en estas elecciones ha sido el protagonismo alcanzado en los debates por el tema de la política exterior. Cabe recordar que Erdogan desarrolló una política exterior arriesgada a partir de la década de 2010, que le llevó a chocar con sus vecinos y a quedar aislado en la región de Oriente Medio, salvo su alianza con Qatar, un país con el que comparte la afinidad por el movimiento de los Hermanos Musulmanes, prohibido en muchos otros países de la región.
Erdogan apoyó los esfuerzos para derrocar al presidente Bashar al-Assad en la vecina Siria, lo que desató una guerra que empujó a millones de refugiados a Turquía y permitió que las fuerzas kurdas sirias afiliadas al Partido de los Trabajadores del Kurdistán establecieran una fuerte presencia en el noreste de Siria. Erdogan también se enemistó con Egipto por el apoyo al presidente Mohammed Mursi, miembro de los Hermanos Musulmanes, tras el derrocamiento del mismo por el actual presidente Abdul Fattah al-Sisi. Las incursiones en el norte de Iraq llevaron a choques con ese país. Al mismo tiempo, Turquía intervino en la guerra civil en Libia sin resultados claros.
Estas posturas produjeron importantes fracasos, como el de Siria, y condujeron a un notorio aislamiento de Turquía en la región. En los últimos tiempos, Erdogan, enfrentado a tales fracasos, dio un giro a su política y puso fin a sus disputas con Egipto, Arabia Saudí y los EAU e inició conversaciones para la normalización de relaciones con Damasco bajo la mediación de Rusia e Irán.
En otro plano, la adquisición del sistema ruso S-400 llevó a un enfrentamiento con EEUU y la OTAN, que excluyeron a Turquía del sistema de aviones estadounidenses F-35. Turquía ha mostrado su total rechazo a las maniobras estadounidenses para fomentar el separatismo de los kurdos sirios y ha mantenido disputas con Washington en tal sentido. Ankara se ha negado también a aprobar sanciones contra Rusia por la guerra de Ucrania, lo que la alejó más de EEUU y sus aliados de la OTAN.
Por su parte, Kilicdaroglu prometió resolver los desafíos causados por la guerra de Siria, incluida la crisis de los refugiados sirios, trabajando con Damasco. También buscó acercar a Turquía a sus aliados occidentales, incluso apoyando la expansión de la OTAN, lo que podría significar el fin de la asociación con Rusia e Irán.
En las últimas etapas, Kilicdaroglu pareció hacer gestos hacia EEUU y otros países occidentales al criticar una supuesta injerencia de Rusia a favor de Erdogan en las elecciones turcas. Erdogan rechazó tales declaraciones e invitó a Kilicdaroglu a presentar pruebas de sus afirmaciones, tras lo cual el candidato opositor tuvo que reconocer que no disponía de ellas.
Por su parte, el ministro del Interior, Suleyman Soylu, denunció la injerencia estadounidense en las elecciones en favor de la oposición en una muestra del mal estado de las relaciones entre Turquía y EEUU.
En este sentido, el tema de la independencia de la política exterior de Turquía se convirtió a un tema estrella en la campaña electoral y este factor puede haber ayudado a Erdogan por cuanto que la mayoría de los turcos mantienen una postura decididamente favorable a dicha independencia y a no ceder ante las presiones de EEUU en diversos temas.
Source: Al Manar