El Ministerio chino de Exteriores lanzó una advertencia el domingo 2 de Julio contra la presencia de un destructor estadounidense que se aproximaba a las Islas Paracelso, de soberanía china, en el Mar de la China Meridional, antes de enviar allí a barcos de guerra y aviones de combate.
“El 2 de Julio, el destructor USS Stethem entró en las aguas de las islas sin autorización. China envió inmediatamente navíos y cazas a la zona con el fin de advertir al buque norteamericano y expulsarle de sus aguas territoriales”, declaró el portavoz del Ministerio de Exteriores chino, Lu Kang, citado por Sputnik.
Pekín calificó la escalada del destructor USS Stethem en las aguas de las Islas Paracelso, en el Mar de la China Meridional, como “provocación militar” y “violación del Derecho Internacional” y de su “soberanía”.
Se trata de la segunda vez desde la llegada al poder de Donald Trump -la anterior fue el 25 de Mayo en las Islas Spratly- que Washington envía un destructor al Mar de la China Meridional para desafiar la soberanía de China o de cualquier otro país sobre estas islas y aguas. Washington utiliza la excusa de la “libertad de navegación” para enviar a sus barcos a la zona.
Venta de armas a Taiwan
Por otro lado, China se declaró el viernes “firmemente opuesta” a una venta de armas estadounidenses a Taiwán, una isla considerada por China como una de sus provincias, postura que es también compartida por la gran mayoría de la comunidad internacional.
La Administración Trump autorizó la venta de armas por valor de 1.300 millones de dólares a Taipei, incluyendo bombas guiadas, misiles de alta velocidad y torpedos MK-48, anunció el jueves el Pentágono.
La transacción incluye igualmente la modernización de armas que Taiwán ya posee, incluido un radar de defensa antiaérea y un sistema de guerra electrónica.
Pekín ha protestado formalmente ante EEUU por esta venta, dijo Lu Kang.
“Taiwán es una parte indisociable del territorio chino y nos oponemos a esta venta de armas”, afirmó.
Taiwán quedó cortada políticamente de China después de la Guerra Civil china en 1949, que llevó al poder en el continente a los comunistas liderados por Mao Tse Tung.
Pekín ha amenazado con llevar a cabo una acción militar si el gobierno de Taiwán declara la independencia formal. La presidenta taiwanesa, Tsai Ing-wen, que fue elegida el pasado año, es miembro del Partido Progresista Democrático, que defiende una postura más independiente frente a China.
Por su parte, la Embajada china en Washington dijo que la venta “va a dañar la confianza mutua y la cooperación entre China y EEUU”.
El presidente chino, Xi Jinping, se reunió en abril con su homólogo estadounidense Donald Trump en la residencia de este último en Florida. Las relaciones bilaterales parecían entonces haber mejorado, pero esta idea se desvaneció rápidamente.
Trump atacó al jueves a Pekín por su actuación frente a Corea del Norte en el tema de las armas nucleares de este país y anunció, por primera vez, sanciones contra un banco chino al que Washington acusa de llevar a cabo “actividades ilícitas” con Corea del Norte
La intromisión del barco de EEUU en las Paracelso, el acuerdo de venta de armas a Taiwán y el anunció de sanciones contra el banco chino por sus relaciones con Corea del Norte son una bofetada en la cara e Pekín. Ellas preparan el terreno para un tormentoso encuentro entre Trump y Xi en los márgenes de la cumbre del G-20, que tendrá lugar esta semana en Alemania.
La venta de armas a Taiwán supone también la violación de la política de “Una China”, que ha sido el fundamento de las relaciones entre EEUU y China durante casi cuatro décadas. Por medio de esta política, los sucesivos gobiernos de EEUU han reconocido a Pekín como el legítimo gobierno de toda China, incluyendo Taiwán, y no han mantenido relaciones formales con Taipei.
Aunque Trump reconoció formalmente la política de Una China antes de su encuentro con Xi en abril, su administración incluye, responsables, como el jefe de gabinete de la Casa Blanca, Reince Priebus, que posee estrechos vínculos con Taiwán.
Estos pasos son sólo un reflejo de la postura belicosa de la Administración norteamericana hacia China, que se traduce en un despliegue de grandes medios militares en la región de Asia y el Pacífico dirigidos contra aquel país, al que Washington ve como el principal obstáculo para su dominio en la región.
Source: Agencias