Tras el fracaso de la fuerza militar israelí en determinar el destino de Hezbolá y aniquilarlo como fuerza de resistencia, Washington adoptó un enfoque diferente. Este enfoque se basa en los resultados de la guerra y en una serie de factores internos y regionales, en particular los relacionados con Siria, para impulsar los objetivos estadounidenses e israelíes en el Líbano.
Al comprender las limitaciones de recurrir a un “golpe mortal” como herramienta para remodelar la realidad libanesa, EEUU adoptó una estrategia de desmantelamiento progresivo del entorno político, social, económico y de seguridad del que depende la Resistencia.
Despojar al arma de su significado
En el centro de este nuevo enfoque, Hezbolá no se considera una mera organización armada que puede ser neutralizada mediante la fuerza directa, sino una fuerza que ha desempeñado un papel fundamental en la sociedad libanesa, tanto por su arraigo histórico como por su éxito frente a las amenazas externas.
En consecuencia, este papel se ha convertido en el verdadero objetivo de la estrategia estadounidense-israelí. El objetivo ya no es simplemente destruir sus capacidades militares, sino intentar despojar al arma de su significado y utilidad, transformándola de una fuente de protección y legitimidad en una carga, un coste y un factor de aislamiento.
En este marco, ciertas fuerzas políticas oficiales, en colaboración con los medios de comunicación, desempeñan un papel central para impulsar esta dirección. Es en este contexto que se sitúan muchas posiciones políticas y actuaciones mediáticas en la escena libanesa.
La estrategia estadounidense, apoyada por sus aliados locales, se basa en la interpretación de que el entorno regional actual permite probar una combinación de herramientas militares y no militares. La priorización por parte de Irán de una amplia gama de riesgos (militares, de seguridad y económicos), junto con el cambio estratégico en Siria y el corte de las líneas de suministro de la Resistencia, se presentan como factores que probablemente reducirán la capacidad de Hezbolá de compensar rápidamente cualquier desgaste.
El frente interno como un apoyo principal
Sin embargo, el factor decisivo de este enfoque no reside tanto fuera del Líbano como dentro, aunque se ve respaldado por presiones externas derivadas de la continua agresión israelí. La apuesta fundamental reside en integrar el papel del Estado libanés y de diversas fuerzas políticas en la guerra israelí. Desde esta perspectiva, tanto estadounidenses como israelíes perciben las negociaciones como un paso hacia el desarme del Partido.
La participación del ejército en esta misión no se presenta como un acuerdo técnico, sino como un intento de redefinir el desarme como un acto de soberanía interna, y no como una respuesta a dictados extranjeros o el resultado de una derrota militar. Sin embargo, lograr este objetivo requiere crear una profunda brecha entre el ejército nacional y la Resistencia, algo que este enfoque aún no ha logrado.
La economía y la presión social
Junto con el aspecto de seguridad, la dimensión económica se perfila como un pilar central. Vincular el proceso de seguridad con el lanzamiento de proyectos económicos, la reconstrucción y el retorno de los residentes (particularmente en las zonas fronterizas) refleja una clara intención de crear una mayor brecha entre la Resistencia y su entorno social. El conflicto se redefine así: de una defensa existencial, se convierte en un obstáculo para el desarrollo. La eliminación de la «Resistencia» se presenta entonces como un prerrequisito para la estabilidad económica.
Paralelamente, se intensifican los esfuerzos para bloquear el acceso a los recursos financieros necesarios para Hezbolá y su base social. El objetivo es privar al Partido de su capacidad para pagar los salarios de las familias de los combatientes y prestar servicios sociales, aprovechando los efectos acumulativos del deterioro de las condiciones de vida cotidianas.
La batalla de narrativas y el entorno chií
El aspecto más delicado de este enfoque se refiere al tratamiento del propio entorno chií. El tiempo se convierte en una herramienta clave, ya que cualquier cambio en este entorno no puede ser repentino. La estrategia estadounidense se basa en presiones sobre el terreno, financieras y políticas que deberían acelerar la creación de una brecha entre la Resistencia y su pueblo.
En este contexto, los medios de comunicación y la guerra de narrativas desempeñan un papel crucial. Reorientar la responsabilidad de las crisis, de lo externo a lo interno, y de la «agresión» a la «Resistencia», es un requisito previo para el éxito de cualquier presión no militar. Esto va acompañado de una ocultación sistemática de la amenaza existencial que representa la entidad israelí para el Líbano, al tiempo que se cuestiona la relevancia histórica de la Resistencia.
Conclusión: Una Apuesta Arriesgada
En esencia, este enfoque revela una paradoja estructural: su éxito depende de un precario equilibrio entre la presión y la oferta de alternativas. Cualquier herramienta utilizada puede ser contraproducente para quienes la aplican. La presión financiera puede convertirse en un factor de movilización, y acorralar a la Resistencia no beneficia a nadie, sobre todo porque ve el asunto desde una perspectiva existencial.
En resumen, Estados Unidos comprende que aniquilar a Hezbolá de un golpe decisivo ya no es una opción realista. Por lo tanto, intenta transformar la Resistencia de una elección impuesta por necesidades existenciales en una pesada carga. Sin embargo, este camino sigue siendo peligroso. Cualquier incapacidad del Estado para ofrecer alternativas genuinas, o cualquier capacidad de adaptación del Partido, podría transformar esta estrategia de “desmantelamiento silencioso” en un mecanismo para fortalecer la cohesión entre la Resistencia y su pueblo.
En una región acostumbrada a cambios repentinos, la pregunta persiste: ¿será suficiente el tiempo para cambiar las reglas, o volverá a favorecer a quien demuestre ser más paciente y resiliente?
Fuente: Al-Akhbar
