Al concluir la 17.ª Cumbre de los BRICS en Río de Janeiro la semana pasada, la atención mundial se centró no solo en la creciente influencia del bloque, sino también en el tono cada vez más agresivo de Washington.
La amenaza del presidente Donald Trump de imponer un arancel del 100 % a cualquier país que se alinee con lo que describió como políticas “antiamericanas” de los BRICS pone de relieve la profunda ansiedad del establishment estadounidense ante el declive del papel del dólar en el comercio mundial.
En lugar de proyectar fortaleza, esta reacción revela una creciente preocupación por la pérdida de control de EEUU sobre las herramientas financieras que han sostenido su dominio global durante décadas.
Un factor central de esta inquietud es el proceso de “desdolarización” en curso, impulsado en gran medida por la creciente coalición de los BRICS.
Los BRICS, formados originalmente en 2009 por Brasil, Rusia, India y China, a los que se unió Sudáfrica en 2010, han pasado de ser un acrónimo simbólico a un importante bloque geopolítico y económico.
La reciente expansión del grupo en enero de 2024, con la incorporación de Irán, Egipto, Etiopía y los Emiratos Árabes Unidos, a la que se espera la incorporación de Indonesia en 2025, demuestra su creciente influencia para transformar las estructuras de poder globales.
En conjunto, sus estados miembros representan más de la mitad de la población mundial y controlan una parte sustancial de los recursos naturales, la producción industrial y el potencial comercial mundiales.
Los BRICS se han descrito como algo más que una simple coalición económica. Se consideran una plataforma para repensar y remodelar la gobernanza global, con el objetivo de alejarse de un orden económico obsoleto del siglo XX dominado por el dólar estadounidense y establecer un sistema global más inclusivo y multipolar.
El papel del dólar como principal moneda de reserva mundial y medio por defecto en el comercio internacional sigue siendo uno de los instrumentos de influencia más poderosos de EEUU.
Este dominio le permite a EEUU imponer sanciones más allá de sus fronteras, gestionar la liquidez global y atraer capital extranjero en condiciones ventajosas.
Sin embargo, esta postura se ha visto sometida a una creciente presión, especialmente por parte de países como Irán y Rusia, que han soportado duras sanciones impuestas a través del dólar.
En respuesta, los miembros del BRICS han estado desarrollando activamente sistemas financieros alternativos, redes de pago y, potencialmente, nuevas monedas para reducir su dependencia del dólar.
Esto incluye acuerdos comerciales bilaterales liquidados en monedas locales, la emisión de bonos en las monedas de los miembros por parte del Nuevo Banco de Desarrollo del BRICS y la creación de nuevos mecanismos de pago diseñados para eludir los canales tradicionales basados en el dólar.
China y Rusia ya realizan una parte significativa de su comercio bilateral utilizando sus propias monedas, mientras que India e Irán están explorando acuerdos similares.
Si estas iniciativas se expanden y coordinan en todo el bloque, podrían socavar significativamente el papel dominante del dólar en la economía global con el tiempo.
La amenaza arancelaria de Trump refleja una estrategia económica más amplia de “EEUU Primero”, caracterizada por el proteccionismo y el mantenimiento de un dólar fuerte como arma tanto económica como política.
Sin embargo, los expertos consideran los aranceles como una táctica temporal que no detendrá la transformación estructural que está transformando el sistema financiero global.
El hecho de que Washington se sienta obligado a amenazar a sus socios comerciales simplemente por colaborar con un grupo multilateral como los BRICS expone la vulnerabilidad del sistema basado en el dólar en medio de una pérdida de confianza global en el liderazgo financiero estadounidense.
Los patrones históricos muestran que las potencias hegemónicas tienden a defender el libre comercio principalmente cuando ostentan superioridad tecnológica y económica.
A medida que estas ventajas se desvanecen, las medidas proteccionistas, como los aranceles y las sanciones, suelen aumentar, una dinámica evidente en el declive del Imperio Británico a mediados del siglo XX.
Para Irán, la alianza BRICS ofrece mucho más que simbolismo geopolítico; representa un salvavidas económico crucial.
El creciente papel de Irán dentro del BRICS ofrece un camino claro hacia la realineación económica y el fortalecimiento de su soberanía.
Sometido a años de sanciones occidentales y aislamiento financiero, Irán ve la membresía como una oportunidad para conectar con economías dinámicas fuera de la esfera de influencia estadounidense.
Esta integración abre el acceso a sistemas bancarios alternativos, nuevas rutas comerciales, financiación de infraestructuras y mecanismos monetarios que podrían aliviar los desafíos económicos de Teherán.
Las capacidades industriales y tecnológicas de Irán, especialmente en energía, minería, petroquímica y transporte, se alinean bien con los objetivos del BRICS de crecimiento coordinado.
Una mejor colaboración en logística, innovación y resiliencia de la cadena de suministro entre los estados miembros puede abrir nuevas vías para el crecimiento económico.
La disposición de las principales economías a invertir en alternativas a largo plazo representa un desafío significativo para el orden económico actual de la posguerra fría, dominado durante décadas por el dólar y las instituciones occidentales.
La cumbre de los BRICS en Río la semana pasada subrayó el creciente impulso hacia una economía global multipolar. La amenaza de aranceles por parte de Washington pone de relieve la amenaza percibida que este cambio supone para el papel central del dólar estadounidense.
Source: Press TV