En los pasados días han sucedido hechos significativos en Siria que han supuesto el fracaso total y definitivo del plan de EEUU para dividir el país árabe en dos o tres estados en consonancia con el plan sionista para romper los estados de Oriente Medio en miniestados basados en criterios étnicos o religiosos con el fin de asegurar la hegemonía de Israel en la región.
El primer hecho fue, sin duda, el viaje de una delegación del Consejo Democrático Sirio, el ala política de las Fuerzas Democráticas Sirias (FDS), apoyadas por EEUU, a Damasco. Esta delegación, integrada por personalidades kurdas relevantes, llegó a varios acuerdos con el gobierno sirio para la creación de un nuevo marco político, que incluirá una reforma administrativa que lleve a una descentralización de las provincias, que se hallará, sin embargo, muy lejos de cualquier tentación de federalismo.
El Consejo Democrático Sirio abrirá sedes en Damasco, Latakia, Homs y Hama, lo que indica la voluntad de este partido de trabajar en un marco nacional. Asimismo, las FDS han cedido el control de varios pozos de petróleo y presas en el norte y este de Siria al gobierno sirio. También se ha decidido la entrega de la ciudad de Raqqa y de los barrios residenciales de Hassakah al Ejército sirio.
Las milicias kurdas, traicionadas por EEUU con su acuerdo con Turquía para un control conjunto de la ciudad de Manbij, optaron por entregarla al Ejército sirio, en un abierto desafío a ambos. El acuerdo de Manbij dejó claro a los kurdos que era solo cuestión de tiempo que EEUU se desentendiera de ellos y se fuera de Siria y han considerado que un acuerdo con Damasco era una opción inevitable y mucho más segura.
En el Sur de Siria, ha ocurrido otro tanto. Las provincias de Daraa, Al Quneitra y Suweida formaban parte de las llamadas zonas de distensión, lo cual permitió a EEUU operar allí con una gran libertad. EEUU formó un gran contingente terrestre de 12.000 hombres del Ejército Sirio Libre (ESL) y del Frente al Nusra bien equipados con grandes cantidades de armas. La misión de este contingente era atacar las posiciones del Ejército sirio en las tres provincias y contrarrestar sistemáticamente sus progresos. El objetivo final era crear un emirato independiente en el Sur de Siria, apoyado por Israel, de forma similar a lo que habrían de hacer las FDS en el noreste del país.
Sin embargo, el plan se esfumó a la luz del rápido avance de las fuerzas sirias, que en el plazo de un mes tomaron toda la región, mientras el grueso de los militantes en ella optaba por rendirse. En el Sur de Siria, EEUU perdió otra gran batalla como lo hizo en el norte.
En todo caso, el plan norteamericano-sionista adolecía de graves fallos. Uno de ellos era el hecho de que las fuerzas militares extranjeras están desplegadas en zonas marginales, lejos del centro del país, que debían ser el marco territorial de los nuevos estados o semiestados. Se trata también de regiones deshabitadas o ligeramente pobladas y que carecen de infraestructuras y centros urbanos que permitan edificar un estado independiente en ellas.
A esto hay que añadir la presencia del Ejército sirio en la provincia de Hassakah y en la mitad de la ciudad de Daraa en los últimos años. Todos los servicios y actividades económicas en ambas provincias estuvieron supervisados por el Estado sirio, incluso a pesar de la presencia de los militantes en ellas, siendo esto otra garantía en contra de una posible división.
Otro factor clave más fue la oposición activa de la población local a estos planes de división. Las manifestaciones se han venido sucediendo en lugares como la ciudad de Raqqa contra la presencia de fuerzas estadounidenses y otros países occidentales y la de las FDS, que han reprimido con dureza estas protestas. Dirigentes de las tribus de la zona aprobaron hace pocas semanas, durante una reunión en una localidad de Alepo, un plan de lucha armada contra los anteriores, que ahora, con el acuerdo de Damasco con las FDS, se ha convertido parcialmente en obsoleto, aunque no en lo tocante a los ocupantes extranjeros.
No cabe olvidar tampoco la aportación de los aliados de Siria. EEUU sabía que cualquier decisión de apoyar abiertamente una división de Siria le llevaría a una guerra no solo con el gobierno sirio, sino también con las milicias libanesas, iraquíes, afganas y de otros países presentes en el país árabe y a un conflicto político, y quizá también militar, con Rusia. Sería una guerra de gran alcance que se extendería por toda la región en forma de una guerra asimétrica y de guerrillas para las que el Ejército norteamericano no está preparado ni que nunca podría ganar.
Peor aún, EEUU se vio atrapado en la guerra entre Turquía y los kurdos, que ha favorecido notablemente al Estado sirio. La opción de la división de Siria requería de un apoyo incondicional de EEUU a los kurdos, lo cual habría supuesto un conflicto abierto con Turquía, un país inclinado cada vez más hacia Rusia. Al final, EEUU decidió que la relación con Turquía era más importante que los kurdos, lo cual llevó a estos últimos a buscar el acuerdo con Damasco.
La reciente aprobación de sanciones norteamericanas contra Turquía demuestra, sin embargo, que Washington no ha ganado nada con su nueva apuesta por Ankara y que su abandono de los kurdos no ha llevado a una reconciliación con Turquía sino a un agravamiento de las tensiones entre los dos países. Todo ello demuestra que las políticas llevadas a cabo en Siria solo han generado fracasos y derrotas, continuos y cada vez más fuertes, para EEUU, que vienen a sumarse a las que este país ha sufrido en Iraq y otros estados de la región.
Como símbolo de tal fracaso puede citarse la gran cantidad de armas y municiones norteamericanas capturadas por el Ejército en el Sur de Siria. Lejos de servir a los propósitos buscados por EEUU, estas armas serán utilizadas ahora para equipar al Ejército sirio y sus aliados.