Después de siete meses de intenso y constante conflicto contra las fuerzas de la “coalición de la agresión”, Al Hudaidah experimentó por primera vez una calma el 18 de diciembre y esto ya es un rotundo fracaso para el eje occidental-saudí que, pese a disponer de las armas más sofisticadas y miles de mercenarios, no fue capaz de derrotar a Ansarulá.
De hecho, la llegada de las Naciones Unidas a Al Hudaidah es una confesión de derrota en sí misma: mientras que hace un año, Riad y sus aliados trataron a los hutíes como “rebeldes”, ellos, la ONU y los países occidentales terminaron en la mesa de negociaciones con Ansarulá.
Fueron los huthíes quienes encabezaron la delegación de Saná, la capital yemení, que es otro signo más de la legitimidad internacional de la que gozan. Para un Riad que buscó “derrotar y eliminar a los rebeldes de Yemen” y para EEUU, que usó la misma retórica, esta legitimación supone una derrota.
El representante británico en las Naciones Unidas se vio obligado en Estocolmo a discutir todos los detalles con la delegación de Ansarulá. Él fue incluso empujado a aceptar una “administración local” del puerto. El representante de Londres ahora reconoce que la ciudad portuaria de Hudaidah no puede ser controlada ni por Riad ni por la ONU, sino por las tribus aliadas de Ansarulá. Para los analistas, es más que una victoria: es la introducción del factor de la “resistencia” en la región altamente estratégica del Mar Rojo.
Source: Agencias