Turquía está atravesando ahora un difícil período desde el punto de vista de la seguridad y esto es fruto de los errores de la política nacional e internacional llevada a cabo por Erdogan en los últimos años, en especial el apoyo a los grupos terroristas en Siria, las injerencias en Iraq y la reactivación del conflicto kurdo mediante la ruptura unilateral por parte del gobierno de la tregua con el PKK en junio de 2015 y la extensión del mismo a Siria.
Al mismo tiempo, Turquía podría ser sometida a una campaña de desestabilización por parte de las potencias occidentales e incluso de Arabia Saudí por su aproximación a Rusia e Iran tras el golpe de estado del pasado mes de Julio, cuya organización es achacada por muchos turcos a los países occidentales, incluyendo EEUU, que en la base de Incirlik pudo contemplar cómo los aviones militares turcos en poder de golpistas despegaban para llevar a cabo sus operaciones sin hacer nada para impedirlo.
El mes de diciembre ha sido especialmente problemático para Ankara. El 17 de diciembre, al menos 13 soldados turcos murieron y varios otros resultaron heridos debido a la explosión de un coche bomba en la ciudad de Kayseri. Este ataque se produjo después de que 44 personas murieran y más de 200 resultaran heridas el 10 de diciembre en un doble atentado en Estambul después de un partido de fútbol. El blanco era un vehículo policial y se cree que al menos unos 30 policías murieron.
A todo esto hay que añadir el asesinato del embajador ruso el lunes día 19 de diciembre.
Algunos analistas creen que Turquía hace frente ahora al mismo escenario que sufrió Siria hace seis años. No deja de ser irónico que estos atentados tengan lugar en un momento en el que los terroristas sirios hayan sufrido una fuerte derrota en Alepo mientras que Erdogan mirara para otro lado.
Toda esta campaña de desestabilización e incremento del terrorismo pasará una alta factura a Turquía en forma de una caída de las inversiones y el turismo extranjeros. La economía turca, que experimentó una gran expansión en los primeros años de gobierno del AKP, el partido de Erdogan, está ahora inmersa en una crisis. La lira turca ha perdido más de la mitad de su valor y los ciudadanos turcos han comenzado a comprar oro como refugio frente a este declive. El gobierno de Erdogan ha pedido a Rusia e Irán llevar a cabo los intercambios comerciales en las monedas nacionales.
En este contexto, Turquía está perdiendo su estabilidad y seguridad. En ausencia de medidas para revertir algunas de las viejas políticas que provocaron graves tensiones para Turquía a nivel nacional e internacional, cualquier intento de estados disconformes con la política de acercamiento a Rusia e Irán de Erdogan para sembrar el caos y la desestabilización en el país podría cosechar frutos rápidamente.
Source: Agencias