En el período comprendido entre el fallido golpe de estado del pasado mes de Julio en Turquía y el asesinato del embajador ruso en Ankara, Andrei Karlov, podemos hablar de un claro giro en la actitud del presidente turco Recep Tayyip Erdogan, que está hoy mucho más cerca de Rusia que de EEUU, a pesar de las diferencias que Ankara y Moscú aún tienen en relación al dossier sirio, en el que Turquía ha cambiado, sin embargo, su postura.
Los máximos enemigos de Erdogan en la actualidad son el movimiento de Fethullah Gülen, un predicador turco y líder de un extenso movimiento religioso en Turquía, al que Erdogan acusó de estar detrás del golpe, y los kurdos, tanto los de Turquía como los de Siria. EEUU ha ofrecido asilo a Gülen y se niega a extraditarlo a Turquía, mientras apoya a los kurdos con armas a pesar de la irritación turca.
A esto hay que sumar el deterioro de relaciones de Turquía con la UE, cuyo Parlamento acaba de pedir en fin de las negociaciones para la adhesión de Ankara.
Durante el golpe, Erdogan experimentó una gran soledad. EEUU y la UE fueron ambiguos a nivel oficial y fueron señalados por representantes del poder turco como las fuerzas que estaban detrás del golpe, teniendo en cuenta, por ejemplo, que los aviones de los golpistas despegaban y actuaban desde la base conjunta de Incirlik, que cuenta con una nutrida representación militar y de inteligencia norteamericana. Por contra, Erdogan, que había comenzado ya a dar pasos hacia la reconciliación con Rusia, con una disculpa oficial por el derribo de un Su-24 ruso sobre Siria el 24 de noviembre de 2015, recibió un apoyo más rotundo de Rusia e Irán.
Así, Erdogan comprendió que sólo podía proteger sus intereses y mantenerse alejado de los norteamericanos, de los que desconfía profundamente, a condición de que se aproximara a Rusia. Al mismo tiempo, Rusia ve en Turquía un posible socio en la resolución política de la crisis siria, dado que Erdogan no quiere tener a su ejército comprometido en ese país durante años y ha acabado por aceptar la permanencia del presidente legítimo, Bashar al Assad.
Rusia y Siria no plantean objeciones al deseo turco de impedir la creación de una zona autónoma kurda en el norte de Siria, un proyecto que era visto con buenos ojos por Washington e Israel, que desean la división de Siria. Fruto de este entendimiento ha sido la decisión turca de abandonar a su suerte a los terroristas de Alepo, que han sufrido una severa derrota, y de iniciar la lucha contra el EI en Siria, un grupo al que apoyó hasta muy recientemente.
Esta nueva relación entre Rusia, Irán y Turquía con respecto a Siria se plasmó en la cumbre de Moscú del 20 de Diciembre en el que los tres países plantearon la búsqueda de una solución política para el conflicto sirio.
EEUU quedó excluido de esta iniciativa. Existen dos razones para ello. Por un lado, Erdogan ha entendido que el plan de Washington en Siria ha fracasado, mientras que Rusia, por otro, está convencida de que EEUU no tiene ninguna influencia sobre el terreno en Siria tras su incapacidad de cumplir los acuerdos que había suscrito con Moscú y, más concretamente, su compromiso de separar a “los opositores moderados” de los grupos terroristas.
La base de este proceso para una solución en Siria, según la declaración común de Moscú, Ankara y Teherán, es el respeto a la soberanía, la integridad territorial y el pluralismo político de Siria, así como la lucha contra el terrorismo. El tema del presidente sirio no se planteó abiertamente pero existe un entendimiento que garantiza su permanencia. “Es una declaración sorprendente. Es diametralmente contraria a lo que Turquía vino diciendo desde 2011. De hecho, esto significa que Turquía reconoce a Assad”, señaló el ex miembro del Parlamento turco, Aykan Erdemir, a la agencia Sputnik.
Turquía y Rusia no dejaron que el asesinato del embajador ruso en Ankara, Andrei Karlov, llevado a cabo, sin duda, por algún servicio de inteligencia de un país que no quiere una solución política a la crisis siria (como EEUU, Reino Unido, Arabia Saudí etc), dañara sus vínculos, como era ciertamente la intención de los promotores del crimen. Algunos medios y responsables turcos acusaron a algún gobierno occidental del asesinato afirmando que la intención de este acto era la de impedir la aproximación de Turquía a Rusia. El hecho de que el asesino hubiera sido guardaespaldas de Erdogan en su día servía aún más para amplificar esta provocación.
Erdogan teme que con la llegada al poder de Donald Trump pueda repetirse un golpe de estado interno para acabar con él y busca el apoyo de Rusia para afianzarse en el poder en medio de la crisis política, económica y de política exterior que sufre Turquía. El precio de Rusia será el de obtener el apoyo de Ankara a un acuerdo sobre Siria que proteja sus intereses y los de sus aliados sirio e iraní, algo que Erdogan parece dispuesto a aceptar aún a costa de olvidar su sueño de rezar en la Mezquita de los Omeyas en Damasco, hecho éste que parece ya imposible tras haber abandonado su deseo de controlar Alepo.
Source: Sitio de Al Manar en Español