Las conclusiones clave de las dos sesiones del 13º Congreso Nacional del Pueblo de China ya son de dominio público.
En pocas palabras: no hay un objetivo del PIB para 2020, aunque con la esperanza de un crecimiento económico; un déficit presupuestario de al menos 3.6% del PIB; un billón de yuanes en bonos especiales del tesoro; tarifas corporativas e impuestos reducidos en 2,5 billones de yuanes; un aumento del presupuesto de defensa en un modesto 6.6% y administraciones de todos los niveles comprometidas en “apretarse el cinturón”.
El enfoque, como se predijo, es lograr que la economía nacional de China posterior a la Covid-19 se encamine hacia un crecimiento sólido en 2021.
Recientemente, todo el enfoque de EEUU y el Reino Unido ha estado puesto en Hong Kong tras el anuncio de China de que aprobará la próxima semana una ley de seguridad, diseñada para evitar la subversión, la interferencia extranjera “o cualquier acto que ponga en grave peligro la seguridad nacional” en Hong Kong. Después de todo, como subraya un editorial de Global Times, Hong Kong es un asunto de seguridad nacional extremadamente sensible.
Este es un resultado directo de lo que la misión de observadores chinos con sede en Shenzhen averiguó sobre el intento de grupos quinta-columnistas de casi destruir Hong Kong el verano pasado.
No es de extrañar que el frente angloamericano de “luchadores por la libertad” esté lívido. No más protestas pagadas en Hong Kong. No más guerra híbrida.
Es absolutamente esencial posicionar las dos sesiones dentro del contexto geopolítico y geoeconómico más amplio de la nueva Guerra Fría de facto, incluida la guerra híbrida, entre EEUU y China.
Así que centrémonos en una fuente estadounidense: el ex asesor de seguridad nacional de la Casa Blanca, el teniente general HR McMaster, autor de “Battlegrounds: The Fight to Defend the Free World” (Los campos de batalla: la lucha para defender el mundo libre).
Su contenido es interesante en términos de conocer cómo el “mundo libre”, en el lenguaje del Pentágono, percibe el surgimiento de China.
Pekín, según McMaster, está aplicando una política de “cooptación, coerción y ocultamiento”, centrada en tres ejes: Made in China 2025; la Nueva Ruta de la Seda, o la Iniciativa del Cinturón y la Ruta, y una “fusión civico-militar”, posiblemente el vector más “totalitario”, centrado en la creación de una red de inteligencia global de espionaje y ciberataques.
El objetivo Made in China 2025 sigue vivo y bien, incluso si se ha omitido la terminología.
El objetivo, que se alcanzará a través de 1,4 billones de dólares en inversiones, es aprovechar el conocimiento acumulado por Huawei, Alibaba, SenseTime Group y otros para diseñar un entorno de inteligencia artificial sin interrupciones. En el proceso, China debería reinventar su base tecnológica y reestructurar toda la cadena de suministro de semiconductores para que tenga una base nacional.
La Nueva Ruta de la Seda es, para el Pentágono, sinónimo de “clientelismo económico” y una “brutal trampa de deuda”. Pero McMaster descubre su juego cuando afirma que el proyecto tiene “el objetivo de desplazar la influencia de EEUU y sus socios clave” en el continente euroasiático.
Todo el punto de apoyo de la política exterior de EEUU desde la Segunda Guerra Mundial ha sido evitar la integración de Eurasia, ahora perseguida activamente por la asociación estratégica Rusia-China. La Nueva Rutas de la Seda y la Gran Asociación de Eurasia de Putin se fusionarán. Putin y Xi se reunirán de nuevo, cara a cara, a mediados de julio en San Petersburgo, para las cumbres gemelas de BRICS y la Organización de Cooperación de Shanghai, y lo debatirán con más detalle.
En cuanto a la “fusión militar-civil”, para McMaster, se trata de aplicar rápidamente “tecnologías robadas en áreas como el espacio, el ciberespacio, la biología, la inteligencia artificial y la energía”. Se trata de “espionaje y robo cibernético”, afirma.
Además de esta evaluación McMaster toca un punto interesante: “EEUU y otras naciones libres deberían ver a las comunidades de expatriados como una fortaleza. Los chinos en el extranjero, si están protegidos de la intromisión y el espionaje de su gobierno, pueden proporcionar un contraataque significativo a la propaganda y desinformación de Pekín”.
Esto, sin embargo, contrasta con la evaluación de Wang Gungwu, un profesor de origen chino nacido en Indonesia, que enfatiza cómo los chinos piensan de manera bastante diferente de la trayectoria “universalista” de Occidente, y por lo tanto, llega al meollo de la cuestión: “Si la República Popular China tiene éxito en proporcionar una ruta alternativa a la prosperidad y la independencia, EEUU vería eso como una amenaza fundamental para su dominio (y el de Europa occidental) en el mundo. Aquellos que se sienten amenazados harán todo lo posible para detener a China. Creo que la mayoría de los chinos cree que es lo que los líderes estadounidenses quieren hacer”.
Ninguna evaluación del Estado Profundo de EEUU puede ignorar la riqueza de la historia china: “La naturaleza de la política de China, ya sea bajo emperadores, caudillos, nacionalistas o comunistas, está tan arraigada en la historia china que ningún individuo o grupo de intelectuales puede ofrecer una nueva visión que pueda atraer a la mayoría de los chinos. Al final, esa mayoría parecía haber aceptado la legitimidad de la victoria de la República Popular en el campo de batalla, junto con su capacidad de traer orden y un propósito renovado a una China rejuvenecida”.
Made in China 2025, la Nueva Ruta de la Seda, Huawei, la preeminencia manufacturera de China y sus avances en la lucha contra Covid-19: todo es ahora un objetivo de los planificadores estadounidenses. Y, sin embargo, nada impedirá a una China rejuvenecida alcanzar sus propios objetivos.
https://asiatimes.com/2020/05/one-country-two-sessions-three-threats/
Source: Asia Times