El presidente de EEUU, Donald Trump, en su discurso ante la Asamblea General de la ONU ha llevado su vil campaña de duplicidad, ofuscación y calumnia, que ha utilizado para promover una estrategia de divide y vencerás en casa, al escenario mundial. Quiere aplicar la misma estrategia que utiliza en contra de los grupos subyugados que luchan por la justicia, la libertad y la liberación dentro de EEUU a la ONU.
Al hacerlo, espera mantener el status quo en el mundo en general, enfrentando nación contra nación para conservar el dominio y la hegemonía global de EEUU. Al igual que hacían los fascistas de antaño, busca encontrar chivos expiatorios para culparlos por los fallos del sistema que preside. Los chivos expiatorios, tanto en casa como a nivel internacional, son China y la Organización Mundial de la Salud (OMS).
El presidente chino, Xi Jinping, en marcado contraste, ha prometido que China continuará y acelerará su política de apoyo a la ONU y a la lucha mundial contra la pandemia de COVID-19. China busca mejorar un sistema multilateral de gobernanza global compartida que respete la diversidad nacional y cree un mundo de destino común compartido para toda la humanidad, exactamente lo opuesto al unilateralismo divisivo de “EEUU primero” de Trump, que busca perpetuar la hegemonía global de EEUU.
Trump acusa a China de haber permitido que el coronavirus “saliera de China e infectara al mundo” y afirma que, por lo tanto, debe ser considerada “responsable de sus acciones”. Este intento de “señalar con el dedo” está destinado a desviar la atención de su propia negligencia y responsabilidad al no tomar a la COVID-19 en serio. Esta actitud de la administración Trump ha llevado a que hasta el momento siete millones de norteamericanos se hayan infectado y más de 200.000 hayan perdido la vida por el virus.
Él acusó al gobierno chino y a la Organización Mundial de la Salud de haber “declarado falsamente que no había una evidencia de la transmisión de persona a persona y que las personas sin síntomas no propagarían la enfermedad”. Sin embargo, China y la OMS se enfrentaron inicialmente a un nuevo patógeno cuyas características se desconocían. Rápidamente establecieron su potencial de propagación en la comunidad y el peligro de contagio por parte de los portadores asintomáticos de la enfermedad.
A mediados de enero de 2020, estas dos características de la enfermedad estaban firmemente establecidas y se alertó al mundo sobre la COVID-19 como una emergencia sanitaria mundial. Poco después, Wuhan, el epicentro del brote, fue puesta en cuarentena, la provincia de Hubei fue bloqueada y China montó una campaña nacional sin precedentes para contener y controlar el nuevo coronavirus. El resultado fue la derrota definitiva de la COVID-19 en China y la restauración de la actividad social y económica normal.
Desde el comienzo del brote en Wuhan, EEUU estaba al tanto del potencial pandémico de la COVID-19 y de los esfuerzos de China para detener su propagación, pero no la tomó en serio. En lugar de preparar procedimientos de antemano para mitigar su inevitable propagación a EEUU y el resto del mundo, Trump restó importancia a su gravedad y dijo falsamente que el coronavirus no era diferente a la gripe común y que desaparecería milagrosamente por sí solo, sabiendo que esto no era verdad. Él mismo lo ha dicho en entrevistas grabadas en las que admitió haber restado importancia a la pandemia para “evitar el pánico”, precisamente algo de lo que acusa a China.
Contrariamente a la evidencia científica, Trump acusó a Pekín de permitir que el coronavirus “saliera de China e infectara al mundo”. Sin embargo, investigaciones recientes muestran que el SARS-CoV-2, el patógeno que causa la COVID-19, ya se estaba extendiendo por todo el mundo meses antes de su primer brote reconocido en Wuhan. El origen último de la enfermedad aún se desconoce, pero no hay evidencia de que haya comenzado y se haya propagado desde China.
Trump, que enfrenta una difícil contienda para la reelección el 3 de noviembre, ha tratado de desviar las abrumadoras críticas de los votantes sobre su manejo de la pandemia culpando a China. Sin embargo, si alguien debe rendir cuentas por la respuesta fallida de Occidente a la pandemia es Trump, quien ha difundido continuamente desinformación sobre la COVID-19 y ha dejado a EEUU y al mundo indefensos contra su ataque. China, por otro lado, ha hecho todo lo posible para proporcionar a los países vulnerables equipos médicos, equipos de protección personal y suministros médicos.
Trump también acusó a China de velar solo por sus propios intereses cuando el virus potencialmente letal apareció por primera vez en la ciudad de Wuhan a fines del año pasado. De hecho, está bien documentado que fue EEUU quien robó PPEs (Equipos de Protección Personal), desvió suministros médicos para su propio uso y ha tratado de acaparar el mercado de medicamentos terapéuticos.
El ataque vicioso e infundado de Trump contra China y la OMS es engañoso y un claro intento de desviar la atención de sus propios fracasos. Como el proverbial “Emperador desnudo”, Trump solo se ha expuesto al ridículo y al desprecio.
Source: Dennis Etler – Press TV