¿Qué está haciendo la Organización del Atlántico Norte en Corea y Japón, donde se encuentra el borde oriental de la masa terrestre euroasiática, justo donde Rusia y Japón se tocan en las costas del Pacífico?
La visita actual de Stoltenberg a Seúl y Tokio parece confirmar que los planes de Washington y Londres no se limitan a Europa. El viaje del secretario general de la OTAN a Asia es un presagio de desestabilización.
El mapa atlantista no debe ser ajeno a la apuesta de EEUU en el AUKUS un bloque que reúne además al Reino Unido y Australia y que busca limitar a China en su propio espacio marítimo natural. La dependencia del gigante asiático de las importaciones no es ajena a estos movimientos disruptivos realizados a 10.000 km de distancia de Washington.
Pero la extensión de la OTAN a la región de Asia-Pacífico también tiene a la Federación Rusa en la mira. Tokio ha aumentado recientemente la retórica en torno a los reclamos de las islas Kuriles, que pertenecen legítimamente a Rusia desde el final de la Segunda Guerra Mundial. Aquí podría haber maniobras para distraer a Moscú, comprometida en Ucrania.
Japón, que preside este año el G7, anunció recientemente un aumento de defensa de casi un 24%, junto con una actualización de su doctrina militar, que por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial, incluye la posibilidad de un ataque preventivo (contra China), así como la incorporación por primera vez de armas ofensivas de largo alcance, que ahora serán fabricadas por su cada vez más robusta industria militar. Nada de esto podría hacerse sin el acuerdo con sus principales socios, vencedores de la Segunda Guerra Mundial.
El primer ministro Kishida viajó a Londres a principios de este año, donde se reunió con Sunak, para firmar un acuerdo militar “histórico” que ahora permitirá que las fuerzas británicas se desplieguen en Japón. Por otro lado, la base estadounidense en Okinawa también estará equipada este año con misiles con capacidades avanzadas.
Ya en julio pasado, la ministra de Relaciones Exteriores de Alemania, Annalena Baerbock, visitó Tokio para coordinar aún más la acción conjunta contra Rusia y China en la región. La ministra trató de convencer a su homólogo de un embargo sobre la planta de GNL Sajalin 2 de Gazprom en la isla rusa de Sajalin, en la que están involucradas empresas japonesas.
Obviamente, Tokio no siguió este consejo, lo que sería una bala en el pie para sus grandes necesidades energéticas.
En esta ocasión, Baerbock también visitó una base naval japonesa y una base naval estadounidense y aseguró que la Bundeswehr está ampliando su cooperación con las fuerzas armadas japonesas para una mayor operatividad en el Mar de Japón.
Este movimiento concéntrico, que seguramente se hará efectivo en los próximos meses, confirmará que la OTAN intenta convertirse en una nueva alianza militar global, que Liz Truss ya había anunciado en la reunión de abril en Londres. Esta debería reunir a los países que representan lo que erróneamente se llama el “Occidente colectivo”, circunloquio de las economías que giran en torno al dólar (euro, libra, yen y otras), extremadamente endeudadas, en un intento desesperado de mantener su dominio sobre la economía mundial de acuerdo con las reglas que imperaron hasta ahora.
Por tanto, es de esperar que, ya sea en Taiwán, Corea del Norte, en alguna isla en disputa, o incluso a raíz de un accidente en los mares agitados de la región, surja una excusa para una escalada ya anunciada. Todo apunta a que solo es cuestión de tiempo.
Source: Geopol - Press TV